East & West, Lunatic & Ecliptic. Unamuno, Life 9.4

~ Unamuno continues to parse the difference between rational mortality, with its concomitant utility & practical legibility, and irrational vitality, with its affection for personality & will to immortality. ~


«Hay una distinción en la geografía del mundo que se nos presenta cuando establecemos los diferentes pensamientos y deseos de los hombres respecto a su religión. Recordemos cómo el mundo todo está en general dividido en dos hemisferios por lo que a esto hace. Una mitad del mundo, el gran Oriente oscuro, es místico. Insiste en no ver cosa alguna demasiado clara. Poned distinta y clara una cualquiera de las grandes ideas de la vida, e inmediatamente le parece al oriental que no es verdadera. Tiene un instinto que le dice que los más vastos pensamientos son demasiado vastos para la mente humana, y que si se presentan en formas de expresión que la mente humana puede comprender, se violenta su naturaleza y se pierde su fuerza. Y por otra parte, el occidental exige claridad y se impacienta con el misterio. Le gusta una proposición definida tanto como a su hermano del Oriente la desagrada. Insiste en saber lo que significan para su vida personal las fuerzas eternas e infinitas, cómo han de hacerle personalmente más feliz y mejor y casi cómo han de construir la casa que le abrigue y cocerle la cena en el fogón ... Sin duda hay excepciones; místicos en Boston y San Luis, hombres atenidos a los hechos en Bombay y Calcuta. Ambas disposiciones de ánimo no pueden estar separadas una de otra por un océano o una cordillera. En ciertas naciones y tierras, como, por ejemplo, entre los judíos y en nuestra propia Inglaterra, se mezclan mucho. Pero en general, dividen así el mundo. El Oriente cree en la luz de luna del misterio; el Occidente, en el mediodía del hecho científico. El Oriente pide al Eterno vagos impulsos; el Occidente coge el presente con ligera mano y no quiere soltarlo hasta que le dé motivos razonables, inteligibles. Cada uno de ellos entiende mal al otro, desconfía de él, y hasta en gran parte le desprecia. Pero ambos hemisferios juntos, y no uno de ellos por sí, forman el mundo todo.» Así dijo en uno de sus sermones el Rvdo. Philips Brooks, obispo que fué de Massachusets, el gran predicador unitariano (v. The mystery of iniquity and other sermons, sermón XII).

Podríamos más bien decir que en el mundo todo, lo mismo en Oriente que en Occidente, los racionalistas buscan la definición y creen en el concepto, y los vitalistas buscan la inspiración y creen en la persona. Los unos estudian el Universo para arrancarle sus secretos; los otros rezan a la Conciencia del Universo, tratan de ponerse en relación inmediata con el Alma del mundo, con Dios, para encontrar garantía o sustancia a lo que esperan, que es no morirse, y demostración de lo que no ven.


“When we fix the various thoughts and desires of men with regard to their religion, there is a difference in the geography of the world that presents itself to us. Let us here recall how the entire world is divided into two hemispheres, that we may say something useful to our purpose. Half of the world, the vast and obscure Orient, is mystical. It insists on not seeing anything too clearly. Make any of life's great ideas distinct and clear, and immediately the oriental will see that it is not true. He has an instinct telling him that the largest thoughts are too vast for the human mind, and that if they present themselves in a form that our mind can comprehend, their nature is violated and they lose their power. On the opposite extreme, the western or occidental man demands clarity, and is impatient with mystery. He insists on knowing what eternal and infinite powers mean for his own personal life, how they are going to make him personally happier and better—how they are going to make the house that shelters him and cook his dinner in the oven, even. Of course there are exceptions: mystics in Boston and St. Louis, and men securely stuck on the facts in Bombay and Calcutta. Both casts of mind can be separated as well by a mountain-range as by an ocean. In some nations and lands, as in our own England and among the Jews, they mix together freely. But in general, they separate thus in the world. The East believes in the moonlight of mystery; the West, in the midday of scientific fact. The East asks eternity for vague impulses. The West seizes the present with a light hand, not wanting to let it go until it gives up rational, intelligible motives. Each understands the other badly, distrusting its opposite, and even in large measure despising it. But both hemispheres together, and not either alone, form the entire world.” So said the reverend Phillips Brooks, bishop aforetime in Massachusetts, the great Unitarian preacher (†).

We might better say that in all the world, in the East as in the West, the rationalists look for definition and believe in concepts, while the vitalists seek inspiration and believe in persons. The former study the universe in order to seize her secrets. The latter pray to the awareness of the universe, seeking to put themselves in immediate communion with the soul of the world, with God, in order to find some guarantee or substance to serve their hope of avoiding death. They look for a demonstration of that which they do not see.

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(†) Sermon 12, in The Mystery of Iniquity & Other Sermons (London: Macmillan, 1893). My translation is from Unamuno's, not a quotation of the original. Brooks was an Episcopalian, rector of Trinity Church in Boston (from 1869) before he was ordained the bishop of Massachusetts (1891). He wrote the English hymn O Little Town of Bethlehem in 1868.