Nature's Trinity: Father, Mother, Child. Unamuno, Life 8.13
Unamuno
explains his own unique understanding of the Trinity. We understand and articulate the Catholic Trinity, he thinks, by reference to a more natural, human one.
Debo
aquí advertir una vez más cómo opongo la individualidad a la
personalidad, aunque se necesiten una a otra. La individualidad es,
si puedo así expresarme, el continente y la personalidad el
contenido, o podría también decir en un cierto sentido que mi
personalidad es mi comprensión, lo que comprendo y encierro en mí
—y que es de una cierta manera todo el Universo—, y mi
individualidad es mi extensión; lo uno, lo infinito mío, y lo otro,
mi finito. Cien tinajas de fuerte casco de barro están vigorosamente
individualizadas, pero pueden ser iguales y vacías, o a lo sumo
llenas del mismo líquido homogéneo, mientras que dos vejigas de
membrana sutilísima, a través de la cual se verifica activa ósmosis
y exósmosis pueden diferenciarse fuertemente y estar llenas de
líquidos muy complejos. Y así puede uno destacarse fuertemente de
otros, en cuanto individuo, siendo como un crustáceo espiritual, y
ser pobrísimo de contenido diferencial. Y sucede más aún, y es que
cuanta más personalidad tiene uno, cuanta mayor riqueza interior,
cuanto más sociedad es en sí mismo, menos rudamente se divide de
los demás. Y de la misma manera, el rígido Dios del deísmo, del
monoteísmo aristotélico, el ens summum,
es un ser en quien la individualidad, o más bien la simplicidad,
ahoga a la personalidad. La definición le mata, porque definir es
poner fines, es limitar, y no cabe definir lo absolutamente
indefinible. Carece ese Dios de riqueza interior; no es sociedad en
sí mismo. Y a esto obvió la revelación vital con la creencia en la
Trinidad que hace de Dios una sociedad, y hasta una familia en sí, y
no ya un puro individuo. El Dios de la fe es personal; es persona,
porque incluye tres personas, puesto que la personalidad no se siente
aislada. Una persona aislada deja de serlo. ¿A quién, en efecto,
amaría? Y si no ama, no es persona. Ni cabe amarse a sí mismo
siendo simple y sin desdoblarse por el amor.
Fué
el sentir a Dios como a Padre lo que trajo consigo la fe en la
Trinidad. Porque un Dios Padre no puede ser un Dios soltero, esto es,
solitario. Un padre es siempre padre de familia. Y el sentir a Dios
como Padre, ha sido una perenne sugestión a concebirlo, no ya
antropomórficamente, es decir, como a hombre —ánthropos— sino
andromórficamente, como a varón —aner—. A Dios Padre, en
efecto, concíbelo la imaginación popular cristiana como a un varón.
Y es porque el hombre, homo,
ἄνθρωπος,
no se nos presenta sino como varón, vir,
ἀνήρ,
o como mujer, mulier, γυνή.
A lo que puede añadirse el niño, que es neutro. Y de aquí para
completar con la imaginación la necesidad sentimental de un Dios
hombre perfecto, esto es, familia, el culto al Dios Madre, a la
Virgen María, y el culto al niño Jesús.
I
must here announce again that I regard individuality and personality
as opposites, though each needs the other. Individuality is that
which holds, if you will permit me the expression, and
personality is the thing held. I could also say that my
personality is my comprehension, the sum of all things that I
comprehend and enclose within myself: this would be in one sense all
the Universe. My individuality then becomes my extension. Thus,
personality would be my infinity, individuality my finitude. A
hundred hard ceramic jars are quite separate, each materially
distinct from the other, but they can all be equally sized, and
equally empty, or perhaps equally full of the same liquid,
homogenized so that no individual dose is notably distinct.
Meanwhile, two bladders formed of the same subtle filament, a fine
membrane that allows osmosis, can be very different from one another,
containing fluids whose complex mixture powerfully distinguishes
them. In the same way, an individual can stand out starkly from the
crowd, as a crab in a sea of humanity, without having any rich inner
content to add to this outward distinction. Indeed, what we find is
rather the opposite: the more personality an individual has—the
more inner wealth of character, the more society in and with
himself—the less he will insist on separating himself from everyone
else. And in the same way, the rigid God of the Deists, the Supreme
Being of the Aristotelian monotheists, is a being in which
individuality, or rather simplicity, has drowned and done away with
personality. Definition kills divine personality, because to define
is to place limits, and there is no good way to limit what is
absolutely unlimited, beyond the grasp of any definition. The God
thus attained is entirely without any inner richness; he has no
society in himself. The vital revelation of the Trinity appeared
precisely to prevent this understanding, showing instead that God is
a society, that he has an entire family within himself, not just one
individual, pure and simple. The God of our faith is personal. He is
a person, because he includes three persons, as personality is not
felt in isolation. A person utterly isolated loses his personality.
Whom would such a person love? And if he does not love, he is no
person. Nor is it sufficient to love oneself simply, refusing to let
love break & differentiate the self.
Feeling
God as Father was what brought us faith in the Trinity. For a
father-god cannot be a bachelor god, a god off on his own. A father
is always the father of a family. Feeling God as Father, then, has
been a perennial invitation to conceive him, not in abstract human
form, as mankind, but in
concrete human form, as man of the house.
Popular Christian imagination effectively conceives God the Father
thus, as a man. The fact is
that humanity, mankind, only presents itself to us concretely as man
or woman, a gendered
pair to which we can unite the child,
a neuter entity. So our sentimental project of imagining the perfect human God
necessarily produces a divine family, offering worship to God the
Mother, the Virgin Mary, and to the baby Jesus.