Vanity and Love. Unamuno, Life 3.3

Unamuno does not wish to be free from death, but to live on, and for him that necessarily means to face the mysteries that death presents.



La vanidad del mundo y el cómo pasa, y el amor son las dos notas radicales y entrañadas de la verdadera poesía. Y son dos notas que no puede sonar la una sin que la otra a la vez resuene. El sentimiento de la vanidad del mundo pasajero nos mete el amor, único en que se vence lo vano y transitorio, único que rellena y eterniza la vida. Al parecer al menos, que en realidad ... Y el amor, sobre todo cuando lucha contra el destino, súmenos en el sentimiento de la vanidad de este mundo de apariencias, y nos abre el vislumbre de otro en que, vencido el destino, sea ley la libertad.


¡Todo pasa! Tal es el estribillo de los que han bebido de la fuente de la vida, boca al chorro, de los que han gustado del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal.


¡Ser, ser siempre, ser sin término!, ¡sed de ser, sed de ser más!, ¡hambre de Dios!, ¡sed de amor eternizante y eterno!, ¡ser siempre!, ¡ser Dios!


«¡Seréis como dioses!» cuenta el Génesis (III, 5) que dijo la serpiente a la primera pareja de enamorados. «Si en esta vida tan sólo hemos de esperar en Cristo, somos los más lastimosos de los hombres», escribía el Apóstol (I Cor. XV, 19), y toda religión arranca históricamente del culto a los muertos, es decir, a la inmortalidad.


Escribía el trágico judío portugués de Ámsterdam que el hombre libre en nada piensa menos que en la muerte; pero ese hombre libre es un hombre muerto, libre del resorte de la vida, falto de amor, esclavo de su libertad. Ese pensamiento de que me tengo que morir y el enigma de lo que habrá después, es el latir mismo de mi conciencia. Contemplando el sereno campo verde o contemplando unos ojos claros, a que se asome un alma hermana de la mía, se me hinche la conciencia, siento la diástole del alma y me empapo en vida ambiente, y creo en mi porvenir; pero al punto la voz del misterio me susurra ¡dejarás de ser!, me roza con el ala el Ángel de la muerte, y la sístole del alma me inunda las entrañas espirituales en sangre de divinidad.



The vanity of our transient world, and love: these are the two radical notes we find at the heart of all true poetry. Neither can sound without releasing an echo from the other. Feeling the emptiness of the world as it passes plunges us into love, the only thing that conquers what is vain and transitory—the only thing that fills life and extends it into eternity. Or at least, that is what we feel, while in reality ... And love, for his part, baptizes us in the feeling that our world of appearances must be empty, especially when we find him fighting against destiny. He opens our eyes, providing a glimpse into another world, where destiny lies vanquished and liberty has become law.


All must pass away! Such is the chorus of those who have drunk from the fount of life, sucking it from the source, and tasted the fruit of the tree of knowledge of good and evil.


To be, to be forever, to exist without limits! Thirst for being, and being more! Hunger for God, for the love that is eternal and that makes us eternal. To exist forever. To be God.


"You shall be as gods," says Genesis (3.5), quoting the serpent's words to the first pair of lovers. "If in this life only we are to hope in Christ, we are the most miserable wretches," wrote the apostle (1 Cor. 15.19), and all religion takes its historical origin from the cult of the dead—or to put it in other words, from immortality.


The tragic Portuguese Jew of Amsterdam wrote that the free man thinks least of death, but his free man is already deadfreed from the wellspring of life, free of love, enslaved to his own liberty. The thought that I must die, and the riddle of what comes after, is the very heartbeat of my consciousness. As I contemplate a peaceful field of green, or a pair of bright eyes belonging to some soul that is sister to my own, my awareness swells. I feel my own soul opening, soaking up the life that surrounds me, and I believe in my own future. But then, at that very moment, the voice of mystery whispers in my ear: "You shall cease to exist!" The angel of death brushes me with his wing, and a sudden contraction of my soul floods my spirit's bowels with the blood of gods.