Knowledge or Salvation? Unamuno, Life 2.10

Faced with the biblical choice between knowledge and life, the two trees in Eden, Unamuno chooses life. Knowledge is for rubes, who confuse causation with finality.


Tomad al hombre Spinoza, aquel judío portugués desterrado en Holanda; leed su Ética, como lo que es, como un desesperado poema elegiaco, y decidme si no se oye allí, por debajo de las escuetas y al parecer serenas proposiciones expuestas more geometrico, el eco lúgubre de los salmos proféticos. Aquella no es la filosofía de la resignación, sino la de la desesperación. Y cuando escribía lo de que el hombre libre en todo piensa menos en la muerte, y es su sabiduría meditación no de la muerte, sino de la vida humana—homo liber de nulla re minus quam de morte cogitat et eius sapientiam non mortis, sed vitae meditatio est (Ethica, pars. IV prop. LXVII); cuando escribía, sentíase, como nos sentimos todos, esclavo, y pensaba en la muerte, y para libertarse, aunque en vano, de este pensamiento, lo escribía. Ni al escribir la proposición XLII de la parte V de que «la felicidad no es premio de la virtud, sino la virtud misma», sentía, de seguro, lo que escribía. Pues para eso suelen filosofar los hombres, para convencerse a sí mismos, sin lograrlo. Y este querer convencerse, es decir, este querer violentar la propia naturaleza humana, suele ser el verdadero punto de partida íntimo de no pocas filosofías.

¿De dónde vengo yo y de dónde viene el mundo en que vivo y del cual vivo? ¿Adónde voy y adónde va cuanto me rodea? ¿Qué significa esto? Tales son las preguntas del hombre, así que se liberta de la embrutecedora necesidad de tener que sustentarse materialmente. Y si miramos bien, veremos que debajo de esas preguntas no hay tanto el deseo de conocer un por qué como el de conocer el para qué; no de la causa, sino de la finalidad. Conocida es la definición que de la filosofía daba Cicerón llamándola «ciencia de lo divino y de lo humano y de las causas en que ellos se contienen», rerum divinarum et humanarum, causarumque quibus hae res continentur scientia (De Officiis ii.v); pero en realidad, esas causas son para nosotros, fines. Y la Causa Suprema, Dios, ¿qué es sino el Supremo Fin? Sólo nos interesa el por qué en vista del para qué; sólo queremos saber de dónde venimos para mejor poder averiguar adónde vamos.

Esta definición ciceroniana, que es estoica, se halla también en aquel formidable intelectualista que fue Clemente de Alejandría, por la Iglesia católica canonizado, el cual la expone en el capítulo V del primero de sus Stromata. Pero este mismo filósofo cristiano -¿cristiano?- en el capítulo XXII de su cuarto stroma nos dice que debe bastarle al gnóstico, es decir, al intelectual, el conocimiento, la gnosis, y añade: «y me atrevería a decir que no por querer salvarse escogerá el conocimiento el que lo siga por la divina ciencia misma: el conocer tiende, mediante el ejercicio, al siempre conocer; pero el conocer siempre, hecho esencia del conocimiento por continua mezcla y hecho contemplación eterna queda sustancia viva; y si alguien por su posición propusiese al intelectual qué prefería, o el conocimiento de Dios o la salvación eterna, y se pudieran dar estas cosas separadas, siendo como son, más bien una sola, sin vacilar escogería el conocimiento de Dios». ¡Que Él, que Dios mismo, a quien anhelamos gozar y poseer eternamente, nos libre de este gnosticismo o intelectualismo clementino!


Take the man Spinoza, that Portuguese Jew exiled to Holland. Read his Ethics for what it is, a desperate elegiac poem, and tell me if you don't hear in itbeneath its terse and seemingly serene propositions, set forth in the manner of geometry—the mournful echo of prophetic psalms. That is not the philosophy of resignation, but desperation. And when he wrote that the free man thinks of everything but death, that his wisdom lies in meditating not on death but on human lifehomo liber de nulla re minus quam de morte cogitat et eius sapientiam non mortis, sed vitae meditatio est (Ethics 4.67)—when he wrote that, he felt what we all feel, that we are slaves unto death, and he sought in vain to free himself from this thought by writing it down. And of course when he wrote the forty-second proposition of part five, saying that "happiness is not the prize of virtue, but virtue itself," that is not what he felt at all. For men philosophize with this purpose, to convince themselves of that which they do not know, and they invariably fail. And this longing to be convinced, this wish to violate human nature itself, is often the true point of origin for most philosophy.

Where do I come from? Whence the world in and from which I live? Whither do I go, and what is the destiny of all around me? What does this mean? These are the questions of man, the moment we are free from the brutal necessity of keeping ourselves materially alive. And if we look carefully, we see beneath these questions a desire to know not why? but what for? A quest not for causes, but for purpose. We know the definition of philosophy given by Cicero, who called it "the science of divinity and humanity, including all the causes which these two realms contain" (On Duties 2.5), but in truth these causes are purposes, for us. And what of God, the Ultimate Cause? What is he if not the Ultimate Purpose? He interests us only insofar as we have an eye on finality. We only care about our origins because this facilitates our quest to discover where we are going.

Cicero's definition of philosophy, which he inherited from the Stoics, belongs also to the formidable sophist Clement of Alexandria, canonized by the Catholic church. He lays it out in the fifth chapter of the first of his Notes. But this same Christian philosopheris he really Christian?tells us, in the twenty-second chapter of his fourth note (), that knowledge, gnosis, must be enough for the gnostic, meaning the intellectual. Then he adds this: "And I would venture to say that the one who pursues knowledge by means of divine science will not choose this pursuit out of any wish to save himself. Knowledge tends by practice to perpetuate itself, to become eternal knowledge, which remains a living substance, an essence of knowing rendered by constant mixture and eternal meditation. And if anyone were in a position to ask the gnostic whether he would choose the knowledge of God or eternal salvation, assuming the two could be separated (since in truth they are part of one whole), without hesitation he would choose knowledge." May God himself, whom we desire to enjoy and possess eternally, free us from this gnosticism, this Clementine sophistry!

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() Here is the Greek text Unamuno translates. I have based the English above primarily on Unamuno's translation, which is substantially correct: τολμήσας γὰρ εἴποιμ’ ἄν, οὐ διὰ τὸ σῴζεσθαι βούλεσθαι τὴν γνῶσιν αἱρήσεται ὁ δι’ αὐτὴν τὴν θείαν ἐπιστήμην μεθέπων τὴν γνῶσιν· τὸ μὲν γὰρ νοεῖν ἐκ συνασκήσεως εἰς τὸ ἀεὶ νοεῖν ἐκτείνεται, τὸ δὲ ἀεὶ νοεῖν, οὐσία τοῦ γινώσκοντος κατὰ ἀνάκρασιν ἀδιάστατον γενομένη καὶ ἀίδιος θεωρία, ζῶσα ὑπόστασις μένει. εἰ γοῦν τις καθ’ ὑπόθεσιν προθείη τῷ γνωστικῷ, πότερον ἑλέσθαι βούλοιτο, τὴν γνῶσιν τοῦ θεοῦ ἢ τὴν σωτηρίαν τὴν αἰώνιον, εἴη δὲ ταῦτα κεχωρισμένα (παντὸς μᾶλλον ἐν ταὐτότητι ὄντα), οὐδὲ καθ’ ὁτιοῦν διστάσας ἕλοιτ’ ἂν τὴν γνῶσιν τοῦ θεοῦ ... (Clement of Alexandria, Stromata 4.22.136, ed. Früchtel et al.).