A natural contradiction. Unamuno, Life 1.18
Unamuno here offers at least two important thoughts essential to his outlook. First, he says that life is a tragedy, a perpetual struggle whose expression is necessarily going to be at odds with itself over time. Contradiction is normal, natural, and even necessary. Second, the tendency to professionalize this struggle is pernicious, threatening human integrity because it looks to deny contradiction, to make our actions one-sided in ways that truncate or dismember us as human beings. If I have the job of being strong, then where do I put my weakness, the weakness that naturally and necessarily arrives whenever anything in this tragedy we call life becomes too strong? You can hear the Spanish <here>.
Alguien
podrá ver un fondo de contradicción en todo cuanto voy diciendo,
anhelando unas veces la vida inacabable, y diciendo otras que esa
vida no tiene el valor que se le da. ¿Contradicción? ¡Ya lo creo!
¡La de mi corazón, que dice que sí, mi cabeza, que dice no!
Contradicción, naturalmente. ¿Quién no recuerda aquellas palabras
del Evangelio: «¡Señor, creo; ayuda a mi incredulidad!»?
¡Contradicción!, ¡naturalmente! Como que sólo vivimos de
contradicciones, y por ellas; como que la vida es tragedia, y la
tragedia es perpetua lucha, sin victoria ni esperanza de ella; es
contradicción.
Se
trata, como veis, de un valor afectivo, y contra los valores
afectivos no valen razones. Porque las razones no son nada más que
razones, es decir, ni siquiera son verdades. Hay definidores de esos
pedantes por naturaleza y por gracia, que me hacen el efecto de aquel
señor que va a consolar a un padre que acaba de perder un hijo,
muerto de repente en la flor de sus años, y le dice: «¡Paciencia,
amigo, que todos tenemos que morirnos!» ¿Os chocaría que este
padre se irritase contra semejante impertinencia? Porque es una
impertinencia. Hasta un axioma puede llegar a ser en ciertos casos
una impertinencia. Cuántas veces no cabe decir aquello de
para pensar cual tú, sólo es preciso
no tener nada más que inteligencia.
para pensar cual tú, sólo es preciso
no tener nada más que inteligencia.
Hay
personas, en efecto, que parecen no pensar más que con el cerebro, o
con cualquier otro órgano que sea el específico para pensar;
mientras otros piensan con todo el cuerpo y toda el alma, con la
sangre, con el tuétano de los huesos, con el corazón, con los
pulmones, con el vientre, con la vida. Y las gentes que no piensan
más que con el cerebro, dan en definidores; se hacen profesionales
del pensamiento. ¿Y sabéis lo que es un profesional? ¿Sabéis lo
que es un producto de la diferenciación del trabajo?
Aquí
tenéis un profesional del boxeo. Ha aprendido a dar puñetazos con
tal economía, que reconcentra sus fuerzas en el puñetazo, y apenas
pone en juego sino los músculos precisos para obtener el fin
inmediato y concentrado de su acción: derribar al adversario. Un
boleo dado por un no profesional, podrá no tener tanta eficacia
objetiva inmediata, pero vitaliza mucho más al que lo da, haciéndole
poner en juego casi todo su cuerpo. El uno es un puñetazo de
boxeador, el otro de hombre. Y sabido es que los hércules de circo,
que los atletas de feria, no suelen ser sanos. Derriban a los
adversarios, levantan enormes pesas, pero se mueren, o de tisis o de
dispepsia.
Someone
will find a fount of contradiction in everything I am saying, as I
desire a life without end one moment and then declare the next that
this life lacks the value commonly attributed to it. A contradiction?
Yes, I believe so. It originates with my heart, which says Yes,
and my head, which says No. A natural contradiction. Who
doesn't know the words of the Gospel: "Lord, I believe. Help
thou mine unbelief!" Contradiction, quite naturally—as it is
only by means of contradictions that we live, in and through them.
Life is tragedy, and tragedy is a perpetual struggle, without victory
or any hope of it. It is a contradiction.
The
issue here, as you can see, is sentimental, and against sentiments
the power of reason is worthless. For reasons are merely rational,
not even necessarily truthful. There exist out there pedants whose
nature and style remind me of the man who went to console a father,
mourning the sudden death of his son in the flower of youth, with these
words: "Patience, friend! We all have to die." Would you be
shocked to learn that the father took issue with this insolence? An
axiom, rationally irreproachable and even fundamental, becomes
insolent in the right circumstances. How many times do we find
ourselves wanting something a little stronger than the old refrain:
thinking
with your lack of sense
requires
naught but intelligence.
There
are folk who appear to think only with their brains, or at any rate,
with whatever organ it is that we use specifically for thinking,
while others think with the entire body, and all the soul—with
blood and marrow, heart and lungs, guts and life itself. Those who
think only with the brain become definers, pedants, professional
thinkers. Do you know what a professional is? What the end result of
differentiating work looks like?
Take
a professional boxer. He has learned to throw punches with such
economy that he hardly puts any effort into them beyond what is
strictly required, using only the muscles needed to achieve the
desired effect: beating his opponent. A strike delivered by an
amateur, while lacking in immediate efficacy, gives much greater
vitality to its author, causing him to put almost his entire body
into the game. One is the punch of a boxer, the other that of a man.
And we already know that professional athletes—the circus strongmen
and other paid performers—lack health. They defeat their
adversaries, lift huge weights, but then die of consumption or
poor digestion.